En el corazón de la región vinícola española, una batalla legal inusual se desarrolla entre dos bodegas renombradas, Bodegas Emilio Moro y Bodegas Matarromera, ambas con un ancestro común y una disputa por el uso del apellido Moro.
Origen del conflicto del apellido Moro
La contienda comenzó en 2016 cuando Bodegas Emilio Moro, establecida en la Ribera del Duero y conocida por su larga historia y prestigio, acusó a Bodegas Matarromera, liderada por Carlos Moro, de infracción de marca y competencia desleal. La acusación se centraba en la denominación de los vinos de Matarromera, que llevaban el apellido Moro, generando confusión entre los consumidores y, según Emilio Moro, aprovechándose de su renombre.
Batallas en el terreno judicial
Desde entonces, se han abierto seis procedimientos judiciales, incluyendo demandas en la Oficina de Propiedad Intelectual de la Unión Europea (EUIPO) y la Oficina Española de Patentes y Marcas. El conflicto se ha intensificado con decisiones provisionales a favor de ambas partes, todas actualmente en proceso de apelación.
El Punto de confusión y litigios clave
El punto de partida del conflicto fue un error de un redactor que confundió las marcas, lo que llevó a los nietos de Emilio Moro a tomar medidas legales para proteger su legado. Los litigios clave incluyen una demanda en Madrid para prohibir el uso de la marca Carlos Moro y la solicitud a la EUIPO para anular el registro de dicha marca en la Unión Europea.
Decisiones y recursos en proceso
La EUIPO inicialmente falló a favor de Emilio Moro, considerando que la marca Carlos Moro se aprovechaba del renombre de Emilio Moro. Sin embargo, Bodegas Matarromera ha recurrido estas decisiones, alegando que su marca, registrada en 1997, es legítima y destacando victorias en otros procedimientos relacionados.
Un parentesco lejano y un conflicto familiar
Ambas bodegas tienen un ancestro común, Hipólito Moro, aunque el grado de parentesco es un punto de discusión. Los actuales gestores de Emilio Moro, los hermanos José y Javier, asumieron el liderazgo de la empresa familiar, tras la muerte de su padre en 2008, mientras que Carlos Moro ha expandido su bodega con una visión más contemporánea.
Impacto económico y la visión de coexistencia
A pesar de la tensión legal, ambas bodegas han mantenido un rendimiento económico sólido, con Emilio Moro registrando ventas de 20,5 millones de euros en 2017 y Bodegas Matarromera facturando 21,9 millones. Carlos Moro aboga por una coexistencia pacífica y colaborativa, destacando la importancia de promover las denominaciones de origen españolas en el extranjero.
Disputa familiar con implicaciones más amplias
Este enfrentamiento entre dos bodegas con raíces familiares comunes simboliza no solo una batalla legal por el uso de un apellido, sino también el desafío de mantener la integridad y el legado en una industria donde la tradición y la innovación se encuentran constantemente. La resolución de este conflicto podría sentar un precedente importante en el mundo del vino y en la protección de la propiedad intelectual en la industria vitivinícola.